viernes, 20 de noviembre de 2015

Fin de curso 2015

El martes 17 terminamos este curso (agosto 2015 - enero 2016). El próximo 24, es el examen final: análisis de la novela Sin destino, del nobel húngaro Imre Kertész.

Ha sido un muy buen grupo.

domingo, 30 de agosto de 2015

El legado de Europa, Stefan Zweig

El legado de Europa
Daniel Tubau

Hace poco se ha publicado un libro de Stefan Zweig llamado El legado de Europa. Es una colección de artículos diversos que escribió en los últimos años, algunos de ellos poco antes de suicidarse. Uno de los más emocionantes e interesantes es el que dedica a Montaigne.

Zweig recuerda la Europa en la que creció, el Imperio Austrohúngaro, y la recuerda con nostalgia.

El imperio del viejo emperador Francisco José era un paraíso comparado con lo que vino después: el comunismo, el fascismo, el franquismo y el nazismo (por orden de aparición). Pero entonces se consideraba que aquél mundo austrohúngaro era un vestigio del pasado, una decadencia blanda del esplendor pasado, que debía ser sustituida por las nuevas ideas. Y aquel mundo decadente fue sustituido por el infierno. También se ha publicado hace poco La filial del Infierno, escrito por otro austrohúngaro, Joseph Roth, que era declaradamente monárquico (Zweig era más bien socialista y republicano). Esa sucursal del Infierno en la tierra era el régimen nazi, que acabó, aunque a distancia, con Roth y Zweig. Roth muerto en París, borracho y destrozado, Zweig, que se suicidó en Brasilia con su esposa, cuando Europa entera era ya una sucursal del infierno y no parecía existir esperanza de volver a aquella dulce decadencia.

Roth detectó el mal mucho antes que otros y en todas sus formas, a pesar de que, en su momento, se ganó muchas críticas por poner en el mismo plato de la balanza a nazis y a comunistas:

En igual medida en que estoy contra Hitler, estoy contra Stalin. hay poca diferencia entre el comunismo y el nacionalsocialismo; en el fondo son tan parecidos que se les confunde. Lenin es, por así decirlo, el abuelo; Mussolini el padre y Hitler el hijo de un único y mismo sistema. Este sistema es en el fondo impío

Todavía hoy en día hay muchos que creen que el fascismo surgió por generación espontánea, sin saber que es hijo directo del comunismo de Lenin. El propio Mussolini dudó si hacerse comunista tras su paso por el socialismo, mientras que Hitler también admiraba los métodos comunistas, a los que por otra parte odiaba de manera visceral.

Los tres sistemas (comunismo, fascismo y nazismo) defendían el uso de la violencia con fines políticos y la eliminación física del adversario, y los tres se hicieron con el poder dirigidos por una minoría mediante un golpe de Estado. Aplicaban ideas semejantes a las de Che Guevara, al que tantos todavía admiran, quien dirigió los fusilamientos de La cabaña y decía: “Las reglas del juego son una tontería: lo que importa es la voluntad y la fuerza”. Casi lo mismo que decía siempre Mussolini en sus discursos.

Traigo aquí estos temas porque El legado de Europa de Zweig y de La filial del infierno en la tierra de Roth fueron una señal de alerta que nadie escuchó en su momento, y porque creo que nadie parece darse cuenta de que la Europa actual, la llamada Europa de los 25 y algunos países más (por ejemplo Japón), es lo mejor que le ha sucedido a Europa y al mundo a lo largo de toda la historia, aunque casi nadie parece sentirse contento por ello. Un mundo donde no hay pena de muerte, donde hombres y mujeres son iguales (o van camino de serlo y ya lo son desde el punto de vista legal), donde se respetan cada vez más los derechos de los animales, donde cada uno puede hablar en la lengua que le dé la gana, donde hay seguridad social, donde los homosexuales no tienen que esconderse y donde pronto tendrán los mismos derechos que los heterosexuales. Un lugar en el que no hay guerra desde hace 50 años, que es algo que era impensable incluso en la época del decadente imperio austrohúngaro (hay que tener en cuenta que la reciente guerra de Yugoslavia tuvo lugar en un antiguo país comunista).

No consigo entender por qué la gente está desencantada. ¿Qué hace falta para que se encante? La mayoría habla como si esto fuera el infierno, como si fuese una Europa corrupta y podrida, sin advertir lo que tenemos y que, espero, no volvamos a perder para abrir de nuevo una verdadera sucursal del infierno en la tierra.

miércoles, 12 de agosto de 2015

miércoles, 20 de mayo de 2015

La infancia de Iván

Ayer fue nuestra penúltima clase. Estamos por terminar el semestre.

Vimos La infancia de Iván, película soviética de 1962 dirigida por el director ruso, Andréi Tarkovski.

Sinopsis: Es la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), frente Oriental. Iván, un niño ruso de 12 años, cuyos padres murieron durante la invasión nazi, trabaja espiando a los alemanes.

Es un film complejo, con excelente fotografía.

miércoles, 29 de abril de 2015

Final de semestre

Los estudiantes han terminado con sus exposiciones, han sido magníficas.

Empezaremos con la teoría para el análisis y con la última lectura del curso: Sin destino, de Imre Kertész.

domingo, 15 de marzo de 2015

La maldición de los Habsburgo

 
 Mayerling
 
 
La maldición de los Habsburgo
Fernando del Paso
El País, 30 de junio de 1983

La maldición de los Habsburgo no comienza con el suplicio al que fue sometido por sus médicos Alberto I, quien pasó días enteros colgado de los pies para que se drenara el veneno que supuestamente le había suministrado algún súbdito o pariente asesino. No termina tampoco con el cadáver de Fernando Maximiliano colgado de los pies de la cúpula de la capilla de un hospital de México para drenar los líquidos de un primer embalsamiento, a tal punto perfunctorio y perecedero, que el cuerpo del desdichado archiduque no sólo comenzaba a despedir miasmas deletéreos: la carne se le había puesto negra y quebradiza. Siglos antes de Alberto y varios monarcas envenenados, varios príncipes ahogados y reyes locos, la maldición nace en un cantón suizo donde se levantaba el castillo de los halcones, o havichsburg, de donde se deriva el nombre de la dinastía: dice la leyenda que en ese recinto poblado de altaneras aves, uno de los primeros Habsburgo violó a una Joven y que ésta murió al dar a luz a un niño que nació muerto, y junto con el cual fue sepultada. De la misma manera, años y décadas después de que Fernando Maximiliano recibiera el tiro de gracia que acabó con su vida y con su imperio en el cerro de las Campanas, la maldición se manifestó tina y otra vez, hasta llegar al asesinato de Sarajevo, el 28 de junio de 1914, del archiduque Francisco Fernando y culminar en 1922 con la muerte, en Madeira, del último de los emperador.es Habsburgo, Carlos Francisco. Fue entonces, dicen, que los halcones que habían seguido a los Habsburgo desde el cantón suizo de Aargu a sus residencias imperiales de Viena, abandonaron para siempre el palacio de Schönbrunn y, con ellos, también la maldición levantó el vuelo. En el gran público, el conocimiento de los anatemas a los que supuestamente han sido condenadas algunas familias dinásticas, o al menos de espesor dinástico, produce un efecto tranquilizador que va más allá de la catarsis aristotélica por el simple hecho que los personajes de la tragedia o tragedias encarnan sus propias vidas y no las de Edipos o Macbeths imaginarios. Lo que quiere decir que la justicia divina es algo más que una especie de Deux ex machina al servicio de los dramaturgos, y que trasciende al escenario de la vida irreal para castigar la arrogancia y la prepotencia de los ricos. En otras palabras, el dinero no es la felicidad. Tampoco el poder. Allí tienen ustedes a los Habsburgo, a los Kennedy. Y qué mejor prueba que Paul Getty, que tanto sufrió en vida, el pobre.


 
Rodolfo, príncipe heredero de la Corona de Austria. heredero del trono de Austria-Hungría
 
Por supuesto que el poder, por sí solo, y por razones que tienen todo de humanas y nada de divinas, atrae la violencia y la muerte: nada más natural que envenenar a un rey para heredar su trono y su fortuna, o que arrojarle una bomba a un líder para cambiar, quizá, el curso de una revolución. Pero, aparte de todos los fratricidios y parricidios, tiranicidios y regicidios que en el mundo ha habido por esos y otros motivos más o menos profanos, y de los casos de insania frecuentes en las antiguas familias reales, debido no a una decisión arbitraria de la providencia, sino a las leyes de la genética, no existen pruebas de que los poderosos y los ricos, por el simple hecho de serlo, sean más desdichados. Más bien de lo contrario: los ricos viven muy bien y son más felices que los pobres. El verdadero azote, la verdadera maldición, no de unas cuantas familias, sino de cientos de millones de ellas de todo el mundo, ha sido la miseria, la abyección que han arrastrado por generaciones enteras, por siglos. Pero como dijo -¿lo dijo Lenin?-, la muerte de un individuo es una tragedia; la muerte de miles, cuestión de estadísticas. Y si la tragedia de ese individuo está aureolada por la pompa real y, las circunstancias macabras, mejor todavía. Si esto viene a cuento ahora, es porque una de las manifestaciones más célebres de la maldición de los Habsburgo ha vuelto a ocupar la atención del público. El 31 de enero de 1889, el príncipe Rodolfo, heredero del trono de Austria-Hungría, fue hallado muerto de un tiro en el pabellón de caza de Mayerling, cercano a la población del mismo nombre, en la baja Austria. A su lado, muerta también, y cubierta de osas, estaba su amante, la baronesa María Vetsera. Pasados el trauma y la sorpresa del hallazgo, la versión oficial fue que Rofolfo había dado muerte a María Vetsera y después se había suicidado. Para lograr que el Papa de turno autorizara la inhumación del príncipe en tierra sacra, el gobierno austriaco añadió que Rodolfo sufría de un trastorno mental, y que por lo mismo no había sido responsable de sus actos. A esto siguió pronto la versión popular y romántica: ante la imposibilidad de casarse con María Vetsera -por estar ya casado y ser el heredero de una monarquía católica-, Rodolfo hizo un pacto suicida con su amante, a la que amaba, claro, con delirio, como lo sabe todo aquel que tuvo oportunidad de ver a Charles Boyer en La tragedia de Mayerling. Otras versiones, menos conocidas por el público, circularon entonces y durante algún tiempo. Se dijo, por ejemplo, que su propio padre, el emperador Francisco José, lo había mandado matar porque Rodolfo, entre cuyas malas costumbres figuraba la de tener amigos socialistas y anarquistas y publicar artículos con seudónimo en los periódicos antimonárquicos, representaba un peligro para la estabilidad del imperio. Se llegó a decir, incluso -ninguna teoría es despreciable si con ella se logra escribir un best-selIer- que el príncipe y María Vetsera habían huido de Europa, disfrazados, y que la Casa de Austria, para no enfrentarse a la vergüenza de confesarlo al mundo, alquiló dos cadáveres -o los improvisó-, los vistió de Rodolfo y María y como tales los enteró, mientras los verdaderos amantes se enterraban vivos en el anonimato y entre las palmeras y las orquídeas de una jungla americana parecida a las que inventaba Bernardin de Saint-Pierre.



 
Sissi, Francisco José y la esposa, velan el cadáver del Príncipe Rodolfo
 
Ahora, y a casi 100 años de la tragedia de Mayerling, ha surgido una versión más. Con la diferencia de que es un miembro de la augusta familia y Casa de Austria quien la ha formulado, y prometido que dará, pronto, más detalles y pruebas. Según parece, el rey Juan Carlos, en una reunión informal que tuvo hace tiempo con el entonces canciller austriaco, Bruno Kreisky, intercedió a favor de una parienta suya, hija de Pedro de Borbón: se trataba nada menos que de Zita, la última emperatriz austriaca, viuda de Carlos Francisco, ya nonagenaria, y quien deseaba regresar a Viena a pasar sus últimos días. Kreisky logró que se levantara la prohibición que impedía el retorno de la emperatriz, y Zita, ya instalada en la capital de su antiguo imperio, hizo sus primeras revelaciones. El príncipe Rodolfo, según ella, fue asesinado, pero no por su padre, sino por sus propios amigos. Éstos se habían confabulado para dar muerte al emperador Francisco José, y Rodolfo amenazó con denunciar la conspiración.

Los historiadores se muestran escépticos y piensan que Zita no podrá presentar las pruebas suficientes y que por lo mismo la tragedia de Mayerling permanecerá envuelta en el misterio. Pero, aunque así fuera, es difícil imaginar cómo una revelación de esa clase, por fundada que esté, pueda interesar o conmover a nadie a estas alturas -aparte de los especialistas y, quizá, de los austriacos-, más de lo que pueden conmover a asombrar todavía los detalles accesorios y truculentos, independientes del motivo del crimen o suicidio a dúo, y que, desde luego, nunca aparecieron en los folletones, las películas y toda la basura sentimentalista que provocó Mayerling. Truculencias como: en un intento de ocultar al menos la muerte de María Vetsera, se decidió que dos de sus tíos la tomarían cada uno por un brazo y la bajarían por las escaleras sosteniéndola de pie. Pero resultó que la bala, que le quitó la vida a la amante de Rodolfo le rompió también el cuello y, pasado el rigor mortis, la cabeza de María Vetsera parecía de trapo, por lo que hubo que amarrarle un palo a la espalda, y el cuello, al palo. Además, como a causa del impacto de la bala se le había saltado un ojo, que quedó colgando del nervio óptico sobre su mejilla, hubo que colocarlo de nuevo en su lugar. Ahora bien: si lo del pacto suicida fue cierto y cierto también que Rodolfo mató a María Vetsera la noche anterior, luego la cubrió de rosas y después esperó el amanecer para levantarse él mismo la tapa de los sesos: ¿la quiso así, la adoró así toda la noche, con el ojo fuera? ¿O lo colocó en su órbita y el ojo volvió a saltarse?

Son esta clase de tremendismos, más que los motivos del crimen o la muerte misma, los que alimentan la leyenda de las maldiciones. Aunque a veces, con tal de justificar las maldiciones, se considera como malditos a quienes no lo fueron tanto. Por ejemplo, y a propósito de ojos: aunque a Alberto I se le incluye entre todos aquellos Habsburgo que sufrieron en carne propia la maldición que pesaba sobre la augusta casa que fue martillo de los herejes, como la llamó Gracián, la verdad es que, tuerto, pero vivo -la congestión de la sangre en la cabeza le estropeó un ojo-, reinó varios años más. En cambio, Maximiliano, además de perder la vida, perdió el azul de sus ojos: como los médicos juaristas no encontraron en toda la ciudad de Querétaro unos ojos de vidrio azules para el cadáver recién embalsamado, le arrancaron los ojos negros a una santa Úrsula de tamaño natural, y se los pusieron al emperador sin pestañear.

martes, 10 de febrero de 2015

Hétköznapi

Hoy les comentaba a mis alumnos lo difícil que es la lengua húngara, pero muy bonita. Para que escuchen el húngaro les platiqué sobre este cantante húngaro, Balázs Szabó. Nació en 1978 y toca la guitarra, el violín y la flauta, compone y escribe las canciones de su propio grupo.

La canción se llama Hétköznapi, en español Todos los días y es preciosa:

Febrero - Julio, 2015

El martes 3 de febrero, iniciamos nuevo curso. Bienvenidos todos los estudiantes.

martes, 27 de enero de 2015

Hungría, 1989

Hungría arrastró durante toda su etapa comunista un cierto síndrome de extrañamiento. Hasta la Primera Guerra Mundial habían sido parte del refinado Imperio Austrohúngaro y, durante la Segunda, al almirante Miklós Horthy se le ocurrió que la mejor forma de recuperar el viejo esplendor sería aliarse con Adolf Hitler. Es cierto que durante cinco meses de 1919 en Budapest se declaró la segunda República Socialista, pero la experiencia sirvió más de vacuna que de acicate; eso sin hablar de la compleja relación del país con sus vecinos del mundo eslavo. Con esta combinación de antecedentes, lo último que podían imaginar los húngaros es que iban a acabar dentro del Pacto de Varsovia. A pesar de purgas y barbaridades varias, la sensación de irrealidad fue tan sostenida que en 1956 el primer ministro comunista Imre Nagy permitió a la ciudadanía levantada en armas caer en el error de que consegurían retirarse voluntariamente del club de amigos de Moscú para cambiarlo por un Occidente que les prometía libertad y prosperidad. Ante la ocurrencia, el Ejército Rojo intervino de inmediato y ahogó el plan en la sangre del propio Nagy y 3.000 compatriotas más. Heredó el poder János Kádár, dirigente que se había alineado del lado de la URSS frente a la intentona aperturista, pero ni aun así los húngaros terminaron de asumir que eran parte de un comunismo que hacía tan poco veían como ajeno a su ADN histórico.

Soldados rusos abandonan Hungría en 1989

Para evitar nuevos sarampiones, Kádár estableció una agenda relativamente reformista mediante la cual fue orientando el país hacia una economía de mercado. Creó un peculiar sistema en el que convivían el marxismo-leninismo y concesiones económicas que permitían que el nivel de vida de la población estuviese por encima del de sus aliados del Este. Mientras que con la mano derecha favorecía el establecimiento de pequeñas empresas y ciertos contactos con Occidente, con la izquierda se garantizaba el férreo control político del país. Algunos llamaron al invento kadarismo, otros prefirieron el término de “comunismo gulash” en referencia al potaje húngaro en el que cabe cualquier ingrediente. En cualquier caso, Kádár pareció ser el primero en creerse ese chiste de la época que decía que Hungría era el barracón más cómodo del campo comunista. Gracias a este relativo confort y a la sombra del garrote soviético, los húngaros se mantuvieron en calma durante veinte años más, pero la situación económica comenzó a deteriorarse a mediados de los ochenta a la misma velocidad que se desvanecían las fuerzas de Kádár. Vivir en una casa con ventanas permitió a los locales comprobar que su país estaba quedándose rezagado respecto a los vecinos capitalistas.

En 1988 Kádár cedió el poder a Károly Grósz, esperando que una nueva dirección del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH) enfrentara mejor la crisis. Grósz intentó contentar a todos y no consiguió hacerlo con nadie. Aceptó impulsar reformas capitalistas pero sin pasar por el multipartidismo y la pérdida del poder hegemónico. Mientras unos en el PSOH le decían que estaba yendo demasiado lejos, otros como su primer ministro, Miklós Németh, vivían convencidos de que se estaban quedando kilómetros por detrás de lo que era necesario para evitar una explosión de descontento. A partir de entonces el proceso de apertura se convirtió en un extraño baile de salón cuyos pasos cambiaban sin avisar a nadie.

El picnic que el 19 de agosto de 1989 permitió que a través de Hungría huyeran 600 alemanes del Este fue quizá el mejor ejemplo de la técnica de la confusión fomentada por la cúpula comunista. Todo un aperitivo de la caída del Muro de Berlín, el picnic se organizó gracias a una concesión a Nemeth del presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov. Gorbachov autorizó a Budapest para que desmontase la vigilancia electrónica a lo largo de la frontera con Austria, y la oposición organizó una merendola para celebrar el rencuentro con el pueblo austriaco, antiguo compañero de Imperio. Ciudadanos de la RDA que habían llegado a Hungría supuestamente de vacaciones se escaparon con sus cestas y sus mantitas de cuadros por el hueco en la alambrada.

Ante el silencio de Moscú, el 10 de septiembre Budapest anunció la apertura de sus fronteras con Occidente. Németh aceptó que ciudadanos de Alemania Oriental usaran Hungría como escala en su huida del comunismo. Muchos años después Helmut Kohl, primer ministro por entonces de la RFA, desveló que el truco de magia le costó a Alemania un crédito de 500 millones de euros acordado con Nemeth en una reunión secreta en el castillo de Gymnich. La inversión rindió de inmediato y en dos meses más de 60.000 alemanes orientales llegaron a la tierra prometida vía Hungría.


Guardias húngaros retiran la alambrada de la frontera con Austria en 1989

Los reformistas del PSOH continuaron lanzándole retos al ala conservadora de Grosz. El desafío de mayor repercusión fue la rehabilitación pública de Imre Nagy y su fallida sublevación de 1956. En un funeral de Estado impensable unos meses antes, 100.000 personas rindieron sus respetos a las víctimas de la represión soviética. Los reformistas se impusieron en el Congreso del PSOH de octubre de 1989. Modificaron la Constitución para adaptarla al multipatidismo y reformar el Estado. Finalmente convocaron elecciones libres en mayo de 1990. Nemeth perdió contra el líder del grupo de oposición nacionalista y democristiana Foro Democrático Húngaro, József Antall, elegido primer gobernante no comunista de Hungría desde 1948.

Hungría no tardó en estrechar lazos con Europa occidental, se unió a la OTAN en 1999 y a la Unión Europea el 1 de mayo de 2004. Visto que ya había recorrido parte del camino hacia el capitalismo liberal, las perspectivas de Budapest parecían de las mejores entre las de los países del bloque comunista. Sin embargo los primeros pasos económicos del Gobierno de Antall fueron titubeantes. Las cuentas se desplomaron con tasas de decrecimiento del 18%, la deuda se disparó, las exportaciones no arrancaban, y las subvenciones sociales se redujeron a mínimos. A pesar de que en los primeros años del siglo XXI el país pareció levantar cabeza y sumarse a la ola general de crecimiento, quedó rezagado. La última crisis económica se cebó con el país, y Hungría fue el primer socio de la UE que necesitó un rescate del FMI. El problema de la deuda doméstica arruinó a muchas familias que contaban con préstamos bancarios asociados a monedas extranjeras (euro, yen, franco suizo...) y que con la devaluación del forinto vieron hasta duplicada la cantidad que adeudaban. Hoy, a pesar de que ha retomado una buena marcha, la economía húngara tiene un peso similar a la rumana, tomando Bucarest como ejemplo de Estado excomunista con condiciones de partida más complicadas.

Hungría no se plantea adoptar el euro como moneda hasta 2020, según declaraciones de Víktor Orbán, su primer ministro y una de las figuras más controvertidas de Europa. Este mismo año, el liberal que fue uno de los oradores en el funeral de Imre Nagy en 1989 anunció que el nuevo proyecto de su país es convertirse en una “democracia iliberal”. Entre ejemplos exitosos de este modelo citó a Singapur, China, India, Rusia y Turquía. A ojos de Orban, el mérito de estas radica en que no imitan el liberalismo occidental pero gozan de éxito económico, lo que parece ser el objetivo de una Hungría que, de nuevo con la mirada puesta en su vieja historia imperial y defensora explícita de los valores cristianos, parece que hay días que se siente sólo medio cómoda en el proyecto de la Unión Europea.

Fuente | Jerónimo Andreu, "Hungría, huida de una casa con ventanas"
El País, 6 de nov., 2014.